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lunes, 3 de junio de 2013

CONCILIAR I: LA IMPORTANCIA DE UNA AUTORIDAD POSITIVA. Lo que hemos de evitar como padres.

Tener autoridad, que no autoritarismo, es básico para la educación de nuestros hijos e hijas. Debemos marcar límites y objetivos claros que les permitan diferenciar qué está bien y qué está mal, pero uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia, esto suele ocurrir debido a que pensamos que pasamos más tiempo en el trabajo, fuera de casa,  que con ellos… y entonces empiezan los problemas. 
Hay que llegar a un equilibrio, ¿cómo conseguirlo para tener autoridad? 

En  algunas de las charlas que la Fundación O’ Belén ha impartido en Escuelas de Familia - Empresa, hemos tratado cuestiones como:
- Una madre nos pregunta: ¿Qué hago si mi hijo está subido  de pie en la silla y no quiere bajar?
-
 Dígale que baje, - le dice el formador.
-
 Ya se lo digo, pero no me hace caso y no baja- responde la madre con voz de derrotada.
-
 ¿Cuántos años tiene el niño?- preguntamos.
-
 Tres años - afirma la madre.
Situaciones semejantes a ésta se presentan frecuentemente cuando  impartimos formación en  dichas ”Escuelas de Familia”. Generalmente suele ser la madre quien pone la cuestión sobre la mesa aunque a nuestra formación asistan los dos. El padre por norma general simplemente asiente, bien con un silencio cómplice, bien afirmando con la cabeza, porque  no hay que olvidar que el problema es de los dos, evidentemente.
¿Qué ha pasado para que en tan pocos meses una pareja de personas adultas, triunfadoras en el campo profesional/ laboral  y social, hayan dilapidado el capital de autoridad que tenían cuando nació su hijo/a?
Actuaciones paternas y maternas, a veces llenas de buena voluntad, minan la propia autoridad y hacen que los niños/as primero y los adolescentes después no tengan un desarrollo equilibrado y feliz con la consiguiente angustia para los padres, que influye en todos sus ámbitos de actuación. El padre o la madre que primero reconoce no saber qué hacer ante las conductas disruptivas de su pequeño y que, después, siente que ha perdido a su hijo/a adolescente, no puede disfrutar de una buena calidad de vida, por muy bien que le vaya económica, laboral y socialmente, porque ha fracasado en el "negocio" más importante: la educación de sus hijos.

¿Cuáles son los errores más frecuentes que padres y madres cometemos cuando interaccionamos con nuestros hijos/as?
Quizá los que nos leéis en alguna ocasión habéis cometido cada uno o alguno de los errores que a continuación mencionamos. No os preocupéis por ello. No es un desastre. 
Es lo normal, en cualquier persona que intenta educar todos los días. Y esto, tiene su parte positiva. Quiere decir que intentáis educar, lo cual ya es mucho.

Estos son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres, madres y familias:
  • La permisividad. Es imposible educar sin intervenir. El niño/a, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo/a que hace "fechorías"(y saben muy bien que las hacen) que sus padres no corrigen, piensa que es porque estos ni lo estiman ni lo valoran. Los niños/as necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
  • Ceder después de decir no. Una vez que se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no y este es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando vayamos a decir no a nuestros hijos, hay que pensarlo bien, porque no hay marcha atrás. Si le ha dicho su hijo/a que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, no puede ver la televisión aunque nos pida de rodillas y por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Así que pensemos en lo que vamos a decir a nuestro hijo/a y si lo vamos a poder cumplir. En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato.
  • El autoritarismo. Es el otro extremo de  la permisividad. Es intentar que el niño/a haga todo lo que como padres queremos, sin que demos lugar a negociación o reflexión alguna por su parte, anulando su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es lograr una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, sin iniciativa. Es tan negativo para la educación como la permisividad.
  • Falta de coherencia. Ya hemos dicho que los niños/as han de tener referentes y límites estables. Las reacciones de los padres han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana, también, hayamos tenido el día que sea en el trabajo…
    Igualmente es fundamental la
     coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice  que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar y viceversa. No debe caer en la trampa de que alguno de los dos diga: "Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma", ya que hay determinadas pautas de convivencia que previamente ambos padres deben de establecer, para  hacer y ser “equipo”, esté uno u otro en casa.
  • Gritar. Perder los estribos. A veces es difícil no perderlos, somos conscientes. De hecho toda persona sincera, que educa, reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva deterioro de la autoestima para el niño/a. Además, a todo se acostumbra uno. Los niños/as también se amoldan a los gritos a los que cada vez harán menos caso, consiguiendo sólo desesperarnos y lograr una situación totalmente desbocada, recordemos:”Perro ladrador, poco mordedor”. 
  •  Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira puede pasar fácilmente a otras conductas más graves: enfado mantenido, descalificaciones e incluso conductas completamente descontroladas, que son palabras mayores. Nunca debemos llegar a este extremo. Si los padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres...
  • No cumplir las promesas ni las amenazas. El niño/a aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza su padre/madre, menos cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.
  • No Negociar. ya que hacerlo supone autoritarismo y abuso de poder y por lo tanto incomunicación. Camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.Así se debe negociar aquello que consideremos que se puede, (un no como hemos visto, es innegociable) pero dar la opción de negociar implica flexibilidad y apertura al cambio.
  • No escuchar.  unos buenos padres son los que escuchan a su hijo aunque estén hablando por teléfono, si en ese momento no puedo atenderle, se lo hago saber y  retomo la conversación, cuando le pueda escuchar con todos los sentidos. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.
  • Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos/as. Querrían que fueran los mejores... ¡ya!. Con los hijos/as  olvidamos que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que admitimos en los demás nos es difícil soportar cuando se trata de nuestros hijos/as, en los que sólo se ven las cosas negativas y que, lógicamente, "para que el niño/a aprenda" caemos en el error de repetirlas una y otra vez, sin lograr así un aprendizaje.

En educación lo que deja huella en el niño no es lo que se hace alguna vez, sino lo que se hace continuamente de forma consistente y sabiendo que nuestros hijos/as han entendido lo que les solicitamos. Así lo importante es que, tras un periodo de reflexión, los padres consideren, en cada caso, las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos, y traten de ponerles remedio.


En el próximo post hablaremos de pautas para ofrecer un desarrollo equilibrado a nuestros hijos/as y mejorar la convivencia familiar siendo corresponsables.

jueves, 4 de abril de 2013

LOS PADRES DEBEN ESTAR, SIEMPRE QUE SEA POSIBLE, AL LADO DE SUS HIJOS

Describiendo un día laboral cualquiera de una familia con hijos pequeños o adolescentes, en la que ambos progenitores trabajan, sería algo parecido a esto:

“…puede que uno de los padres se levante y salga a trabajar incluso antes de que se hayan levantado sus hijos. En caso de que sí coincidan todos a primera hora, cada uno desayunará rápido y por separado, sin sentarse a la mesa y sin dedicar a este momento al menos veinte minutos, como sería recomendable….quizá uno de los padres pueda acompañarles al colegio, pero es probable que esta compañía sólo llegue al autobús que hace la ruta para llegar a clase, sobre todo cuando los padres trabajan lejos de donde viven... además los niños se quedarán, por norma general en el comedor, sin llegar a casa hasta que acabe el colegio o las clases, acabando su jornada “educativa” a las 17 o las 18 h  o en el caso de los adolescentes a las 14-15 h.
… Y, a partir de este momento, empiezan las verdaderas dificultades para la familia. Se puede considerar afortunada aquella en la que uno de los padres tiene un horario comprimido, un turno de mañana, o trabaja en una empresa en la que existen políticas de conciliación que le permitan hacer coincidir su horario de salida con la salida del colegio de sus hijos….

En cuestiones de conciliación, los niños son los que más sufren y, sin embargo, los que menos voz y voto tienen en este asunto.

Desde la Fundación internacional O’belén, queremos que estas pequeñas notas que a continuación exponemos, ayuden a concienciar a favor de la conciliación, aprendamos desde la óptica que nos compete, empleado, empresa, jefe, trabajador… a  ponernos en el lugar de los niños y niñas, hijos e hijas que en la mayoría de las ocasiones pasan el tiempo en actividades extraescolares o con otras personas que no son sus padres, cuando no es solos en casa, conocidos como “niños llave”. Como padres y madres que llegan cansados en la mayoría de las ocasiones de una larga jornada de trabajo es importante, desde una perspectiva psicológica, conocer qué actividades desearían realizar nuestros hijos/as con nosotros, comunicarnos con ellos y dar valor al tiempo que pasamos con nuestra familia, a pesar de que las cosas en nuestro día laboral no nos hayan salido como esperábamos. 

En este sentido es importante que el tiempo en casa lo utilicemos para convivir y dialogar con nuestros hijos, preguntarles por sus sentimientos y preocupaciones, ofreciéndoles apoyo y escucha para crear, a pesar de la ausencia durante el día, un apego saludable y consistente.

Si bien la buena educación debe trasmitirse en todo el entorno del niño, es en el núcleo familiar donde comienza y donde existe mayor capacidad de influencia, por lo que es responsabilidad de los padres trasmitírselo.Pero, ¿cómo podemos hacerlo cuando apenas tenemos tiempo de estar con nuestros hijos/as y sin perder la paciencia, tras un día de trabajo?

Para conseguirlo, queremos aportar desde nuestra experiencia en el cuidado de la infancia y sus familias, cinco pautas fundamentales:

1. Dar ejemplo: Si los niños ven cómo sus padres se comportan de una forma adecuada y coherente, sin perder la calma, a pesar del día que hayamos tenido, ellos aprenderán por imitación. Así, hemos de tener presente que aunque nuestros hijos sean pequeños, perciben y entienden a su manera lo que le ocurre a sus padres, por lo que es importante ser claros en nuestras actuaciones.

2. Enseñarles directamente: Tantas veces como necesiten, corrigiendo sus errores como si estos los hubieran cometido por primera vez. Debemos de tener en cuenta que no hemos de obligarlos de forma coactiva, sino decirles qué es lo que nos gustaría que hicieran y comprobar que lo han entendido, preguntándoles o pidiéndoles que nos expliquen con sus palabras lo que les hemos transmitido.

3. Refuerzo positivo: Cuando pongan en práctica lo aprendido  o consideremos que lo están intentando debemos elogiarles y reconocer el mérito, una mirada y una sonrisa, una caricia o un simple gesto de complicidad, es mucho más gratificante para nuestros hijos que cualquier regalo. Esto les hace sentirse bien y procurarán repetir el comportamiento. 

4. Comunicar sentimientos: Es importante que siempre haya tiempo para hablar en familia y que además de ocupar un tiempo para el diálogo, mientras compartimos alguna actividad gratificante con nuestros hijos, a pesar del duro día,  dediquemos tiempos diferentes a cada uno de ellos, diferenciando necesidades, sentimientos y ofreciendo concesiones en función de la edad, de las preocupaciones o demandas que nuestros hijos nos hagan, dando importancia así a la individuación de cada uno. Que se sientan escuchados y si en un momento, por falta de tiempo no podemos ofrecerles lo que nos piden, no olvidar que siempre hay otro momento para recordarse lo y dárselo, sin que quede en el olvido.

5. Constancia y rutinas: a pesar de que a veces no podemos pasar todo el tiempo posible con nuestros hijos, es muy importante mantener las rutinas que estructuran su vida y ser muy constantes y sistemáticos con las pautas y normas de casa y no sentirnos culpables por ello, más cuando apenas estamos poco tiempo con nuestros hijos y cambiar esta forma de ver las cosas pensando que con las normas, las rutinas y nuestra sistematicidad estamos educando a nuestros hijos/as con calidad y dando verdadero valor a nuestro y su tiempo en familia.

Nuestra Fundación quiere acercar  a través de sus programas  Life Balance la importancia de cuida a las familias de los trabajadores ya que consideramos que no sólo es importante que el empleado, padre/madre, tenga en cuenta estos criterios, sino que desde las empresas se potencie el pensamiento en nuestros menores, que son el futuro,  proporcionando a los empleados medidas para conciliar, formación en temas educativos, estrategias para el cuidado de calidad  de los hijos/as, hábitos saludables en la familia,  desde el ámbito laboral de tal forma que además de proporcionar atención y estrategias educativas especializadas a nuestros trabajadores directamente cuidamos a sus familias y a nuestra infancia.


A través de los siguientes dibujos, podemos ver como los niños desean que sus padres estén mas tiempo en casa y la importancia que le dan al tiempo que pasan o les gustaría pasar con sus padres.


 Así  Reflexionemos,  pues "una imagen vale más que mil palabras".



Fuente imágenes: concurso escolar “¿Cuánto tiempo tienes para mí? realizado por ARHOE  ”Asociación para la racionalización de los horarios españoles”.